Mi esposo no salió muy convencido y bueno, llegamos a la casa pero Lui seguía pálido, tomo un vasito de agua y una galletita de soda (no paquete) y a la media hora empezó a vomitar verde, dolor abdominal mas pronunciado y a tener fiebres de 38 y 39 que no bajaban por nada del mundo. Nos fuimos de inmediato a la clínica, llegamos y ya con voz fuerte mi esposo pidió le volvieran a realizar los descartes que se habían indicado temprano.
Salió nuevamente la doctora que nos atendió temprano ese día, nos dijo que la eco no indicaba nada y que le volverían a realizar todos los exámenes nuevamente (otra vez pinchazos); mi hijo tenia los ojos saltones y lagrimosos de la fiebre que casi llegaba a los 40, yo preguntaba si era posible darle algo para la fiebre pero me decían que no, hasta que llego otra doctora con los resultados de los nuevos exámenes en la mano, indicando que ya habían llamado al cirujano. Nosotros nos miramos y dijimos ¿cirujano?, si, los valores estaban por las nubes, mi esposo sin ser medico acertó en el diagnostico.
LA OPERACION:
Llego de inmediato el cirujano (por cierto esa doctora nunca nos volvió a dar la cara, nunca mas apareció) examino a Lui y con cara preocupada nos dijo "Debemos operar de inmediato" este niño no puede seguir así, porque lo regresaron a su casa sin llamar al especialista para que de su diagnostico clínico". De inmediato ordeno le coloquen medicamento para la fiebre.
En casi una hora ya estaba preparado, listo para entrar a la sala de operaciones. Mi corazón estaba acelerado, tenia miedo, quería llorar, no podía creer que por segunda vez estaba pasando la misma experiencia. Quienes me siguen desde hace años, saben que Joaco también paso por una operación delicada.
Subimos con el y nos hicieron pasar a la sala de espera (la operación tomaría entre 1 hora a 1 y media aproximadamente); a las 2 horas y algo salió el medico (2 eternas horas), no tenia buena cara y yo imaginaba lo peor.
Nos comento que Lui estaba estable, pero que la operación demoro mas porque la apendicitis se convirtió en una peritonitis, sus intestinos estaban llenos de pus, tuvieron que usar 4 litros de suero para poder lavarlos, que la fiebre era producto de una fuerte infección y que debíamos esperar a ver como iba el proceso de recuperación.
EL PROCESO DE RECUPERACIÓN:
Después de 2 horas mas aproximadamente me hicieron pasar y subimos a la habitación asignada; no lo podía creer, mi hijo el parlanchin, el contador de historias, el saltamontes de la casa estaba en una cama pálido, sin ganas de hablar, decaído, apagado, triste (y así estuvo 4 días).
Al día siguiente de la operación las cosas debieron ir favorablemente, pero Lui empezó con vómitos nuevamente, no entendíamos porque, si ya estaba operado, no toleraba nada de lo que le daban; llamaron al doctor y este mando le hagan una placa abdominal; la placa indicaba que a consecuencia de la peritonitis, su intestino quedo paralizado, no tenia movimiento, por lo tanto no asimilaba nada de lo que le daban y tampoco expulsaba lo que ahí dentro tenia.
Estimularon el intestino pero este no respondía y si este no lo hacia, conllevaría a que le realicen otra operación pero por obstrucción intestinal.
Al tercer día después de la operación tuvieron que colocarle una sonda, fue lo mas horrible y traumatizante no solo para el, si no, para mi también. Se la colocaron despierto y sentado; sus ruegos de "No por favor" "me hacen daño" aun retumban en mi cabeza; como le puedes explicar a un niño que, lo que le están haciendo es por su bien, que, lo que lo hace sufrir es por su mejoría?, ellos no lo entienden. Recordarlo hace que el corazón se me parta en pedazos, porque su sufrimiento era el mío, porque la impotencia me invadía, porque quería cambiar de lugar con el y ser yo, quien sienta el dolor físico.
Con el pasar de los días y gracias a Dios, fue mejorando, poco a poco, pero fue mejorando.
Fueron días difíciles, días que tenia que partirme en 2 (de mi casa a la clínica, de la clínica a mi casa) no quería dejarlo a él y tampoco a su hermano; fueron noches de no dormir, pero estábamos juntos.
Gracias a Dios, esta historia de terror tuvo un final feliz, un final con reencuentro y de estar todos juntos otra vez; de regresar a la rutina de las renegadas, llamadas de atención. Pero sinceramente prefiero eso mil veces, que ver a mis hijos tirados en una cama de hospital.
Me he preguntado mil y un veces porque estas cosas me pasan a mi y alguien por ahí me dijo, que la vida quiere que me de cuenta de algo, que de repente pusieron a prueba por segunda vez mi fe.
Solo puedo decir que no hay mayor tesoro que nuestros hijos, que el amor que sentimos por ellos es mas grande que cualquier otra cosa, que el tiempo con ellos es lo mas valioso que puede existir.